Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
ORIGEN DE LOS MEXICANOS



Comentario

Número 2
Noticias relativas a la conquista: desde la llegada de Cortés a Tetzcuco hasta la toma del templo mayor de México

... sin que en todo caso se viniesen y dejasen odios pasados. Y así que Ixtlilxuchitl, que a esta causa le avisaron que Cortés y sus amigos venían por aquella senda del atajo y que habían de salir por donde ya se dijo, luego a la hora se partió a la vuelta de Tetzcuco. En esto, Cohuanacotzin y los demás sus hermanos, que también les avisaron de la venida y por donde, salieron a encontrar a Ixtlilxuchitl el cual toparon con su gente cerca de Tepetlaoztloc, donde se abrazaron, que fué la primera vez que se habían visto después de las disensiones, como ya está tratado. Allí trataron de muchos negocios y Cohuanacotzin dijo lo que pasaba en México y cómo el rey Cacama, su hermano, estaba allí y Motecuzuma, su tío, le había cometido el recibimiento de los españoles, y que él había venido en orden de su hermano a apercibir en la ciudad comida y regalos para si acaso quisiesen venir por allí, y pues que ya tenía nueva cierta que habían de venir a salir por aquel camino, era de parecer que los recibiesen y convidasen a su ciudad. El Ixtlilxuchitl, como [lo] deseaba, dijo que sí. Y así, los recibieron.





CAPÍTULO ...-que trata de cómo Ixtlilxuchitl y sus hermanos recibieron a los cristianos, y lo que ordenó Motecuzuma en México, después que supo de su venida en Tetzcuco

Alegres los españoles de ver desde lo alto de la sierra tantas poblaciones, etc., hubo algunos pareceres de que se volviesen a Tlaxcallan hasta que fuesen más en número de los que eran; pero el Cortés los animó y así, comenzaron a marchar la vuelta de Tetzcuco y se quedaron aquella noche en la serranía.

Otro día, fueron caminando, y, a poco más de una legua, llegaron Ixtlilxuchitl y sus hermanos con mucho acompañamiento de gente, de la cual se receló al principio Cortés; pero al fin, por señas y por intérpretes, supo que venían de paz, con que se holgó mucho. Ellos llegaron a los cristianos y como les enseñasen al capitán, Ixtlilxuchitl se fué a él con un gozo increíble y le saludó conforme a su usanza, y Cortés con la suya. Luego que lo vió, quedó admirado de ver a un hombre tan blanco y con barbas, y que en su brío representaba mucha majestad; y el Cortés de verle a él y a sus hermanos, especialmente a Tecocoltzin, que no había español más blanco que él. Al fin, por lengua de Marina y de Aguilar, le rogaron que fuese por Tetzcuco para regalarle y servirle. Cortés, agradecido, admitió la merced, etc., y [dijo] que para allá dejaba el tratar la causa de su venida. Y allí, a pedimento de Ixtlilxuchitl, comieron Cortés y los suyos de los regalos que de Tetzcuco les trajeron.

Caminaron luego a su ciudad y les salió a recibir toda la gente de ella con grande aplauso, etc. Hincábanse de rodillas los indios y adorábanlos por hijos del sol, su dios, y decían que había llegado el tiempo en que su caro emperador Netzahualpitzintli muchas veces había dicho. De esta suerte entraron y los aposentaron en el imperial palacio, y allí se recogieron, en cuyo negocio los dejaremos por tratar de las cosas de México. Por momentos entraban correos y avisos al rey Motecuzuma, el cual se holgó mucho del recibimiento que sus sobrinos hicieron al Cortés, y más de que Cohuanacotzin e Ixtlilxuchitl se hubiesen hablado, porque entendía nacería de aquí el retirar Ixtlilxuchitl la gente de guarnición que tenía en las fronteras; pero de otra suerte lo tenía ordenado Dios.





CAPÍTULO ...-cómo Cortés declara a Ixtlilxuchitl por lengua de los intérpretes la ley evangélica, y cómo se bautizó con sus hermanos y madre y gran número de gente, y del consejo que Motecuzuma tomó en México y lo que resultó

Agradecido Cortés al amor y gran merced que de Ixtlilxuchitl y hermanos suyos había recibido, quiso en pago, por lengua del intérprete Aguilar, declararles la ley de Dios. Y así, habiendo juntado a los hermanos y a algunos señores les propuso el caso, diciéndoles como, supuesto que les habían dicho cómo el emperador de los cristianos los había enviado de tan lejos a tratarles de la ley de Cristo, la cual les hacían saber que era etc.

Declaróles el misterio de la creación del hombre y su caída, el misterio de la Trinidad y el de la Encarnación para reparar al hombre, y el de la Pasión y Resurrección, y sacó un crucifijo y, enarbolándole, se hincaron los cristianos de rodillas, a lo cual el Ixtlilxuchitl y los demás hicieron lo propio. Declarándoles luego el misterio del bautismo y, rematando su plática, les dijo que el emperador Carlos, condolido de ellos, que se perdían, les envió a sólo esto. Y así, pedía en su nombre, y les suplicaba que en reconocimiento le reconociesen vasallaje, que así era voluntad del Papa, con cuyo poder venían.

Pidiéndoles la respuesta, respondióle Ixtlilxuchitl llorando y en nombre de sus hermanos, que él había entendido muy bien aquellos misterios y daba gracias a Dios que le hubiese alumbrado, que él quería ser cristiano y reconocer [a] su emperador. Pidió luego el Cristo y lo adoró, y sus hermanos hicieron. lo propio, con tanto contento de los cristianos que lloraban de placer. Pidieron que los bautizasen, y el Cortés y [el] clérigo que allí había les dijeron le instruirían mejor y le darían personas que los instruyesen. Él respondió que [fuera] mucho de norabuena, aunque les suplicaba se le diesen luego, porque él, desde luego, condenaba la idolatría, y decía que había entendido muy bien los misterios de la fe. Por lo que al oír que hubo muchos pareceres en contrario, se determinó Cortés a que le bautizasen. Fue su padrino Cortés y le pusieron por nombre Hernando porque su emperador se llamaba así, todo lo cual se hizo con mucha solemnidad. Vestidos Ixtlilxuchitl y su hermano Cohuanacotzin con sus hábitos reales dió principio a la primicia de la ley evangélica, siendo él el primero y Cortés su padrino por lo cual le llamó Hernando, como a nuestro rey católico; y el Cohuanacotzin se llamó Pedro por Pedro de Alvarado, que fué su padrino el Cortés. Y así, fueron los cristianos apadrinando a todos los demás señores y poniéndoles sus nombres. Y si fuera posible, aquel día se bautizaran más de veinte mil personas; pero con todo eso se bautizaron muchos.

El Ixtlilxuchitl fué a su madre Yacotzin, diciéndole lo que había pasado y que iba por ella para bautizarla. Le respondió que debía de haber perdido el juicio, pues tan presto se había dejado vencer de unos pocos de bárbaros, como eran los cristianos. A lo cual le respondió el don Hernando que si no fuera su madre, la respuesta fuera quitarle la cabeza de los hombros; pero que lo había de hacer, aunque no quisiese, que importaba la vida del alma. A lo cual respondió ella con blandura que la dejase por entonces, que otro día se miraría en ello y vería lo que debía hacer. El se salió de palacio y mandó poner fuego a los cuartos donde ella estaba, aunque otros dicen que [fue] porque la halló en un templo de ídolos. Finalmente, ella salió diciendo que quería ser cristiana y llevándola para esto a Cortés con grande acompañamiento. La bautizaron y fué su padrino el Cortés y la llamaron doña María, por ser la primera cristiana. Y lo propio hicieron a las infantas sus hijas, que eran cuatro, y otras muchas señoras. Y en tres o cuatro días que allí estuvieron, bautizaron gran número de gente, como está dicho.

Y a cabo de esto el Motecuzuma, sabiendo lo que pasaba, llamó a su sobrino Cacama a consejo y a Cuitlahuacatzin, su hermano, y los demás señores, y propuso una larga plática en razón de si se recibirían los cristianos y de qué manera. A lo cual respondió Cuitlahuacatzin que a él le parecía que en ninguna de las maneras, y el Cacama respondió que él era de contrario parecer, porque parecía falta de ánimo estando en las puertas no dejarlos entrar, de más de que a un tan grande señor, como era su tío, no le estaba bien dejar de recibir unos embajadores de un tan gran príncipe como era el que les enviaba, de más de que si ellos quisiesen algo que a él no le diese gusto, les podía enviar a castigar su osadía teniendo tantos y tan valerosos hombres como tenía. Y esto dijo que era su último parecer.

Y así, el Motecuzuma antes que hablase nadie dijo que a él le parecía lo propio. Cuitlahuacatzin dijo: -"plega a nuestros dioses que no metáis en vuestra casa a quien os eche de ella y os quite el reino y, quizá, cuando lo queráis remediar no sea tiempo". Con lo cual se acabó y concluyó el consejo y aunque todos los demás señores hacían señas que aprobaban este último parecer, Motecuzuma se resolvió en que los quería recibir, hospedar y regalar, y que Cacama, su sobrino, los fuese a recibir y Cuitlahuatzin, su hermano, se fuese a Iztapalapan y los aguardase en sus palacios.





CAPÍTULO ...-que trata cómo salieron de Tetzcuco Cortés y los suyos para México y cómo los tlaxcaltecas se fueron a sus tierras

Habido su consejo Cortés con don Hernando sobre la partida a México y habido de él con condición que no llevase consigo a los tlaxcaltecas, [porque] por ser muy enemigos de los culhuas causarían alboroto.

Acompañado de don Pedro, su hermano, y don Hernando Tecocoltzin, gran amigo de Cortés, y entrambos a dos por rehenes de reconocimiento que de vasallaje había el don Hernando hecho al emperador (como dieron el día de su bautismo), fueron aquel día todos a Iztapalapan donde aguardaba Cuitlahuatzin a Cortés, con mucha comida y regalos. Le hizo un solemne recibimiento y le aposentó en sus palacios y se holgaron mucho, y aquella noche llegaron muchos señores de México a darle de parte de Motecuzuma la bien venida, y a decirle que otro día lo aguardaba en México. Y así, por la mañana, se partieron para allí, y era tanta la gente que estaba por los caminos que venían a ver como a cosa nueva, que era cosa de admiración.

Avisado, pues, el rey de su llegada, mandó a Cacama hiciese el oficio que le había encargado. Y así, con una rica cadena de piedras preciosas y en hábito real vestido y en unas andas, salió a la calzada, adonde es ahora San Antón y Cortés se apeó del caballo y el rey de las andas y fuese el uno para el otro, y haciéndose gran cortesía Cacama le saludó a su usanza y Cortés a él a la suya, y le echó el rey la cadena al cuello, y queriéndole abrazar Cortés, llegaron sus capitanes a impedírselo, porque no podían tocarle como a divino. El rey le asió la mano y se entraron en la ciudad cercados de reyes, señores y capitanes muy valerosos. Llegando de esta suerte a palacio, salió Motecuzuma a recibirle en unas andas de oro con un palio muy rico, y dicen que a las andas iban asidos cuatro grandes sus vasallos, y de esta suerte salió hasta la plaza. Llegando cerca de Cortés, salió de las andas y le cogieron del brazo dos señores, los mayordomos de su reino, y Cortés hincó la rodilla en tierra y le pidió las manos, y él se abajó y levantó del suelo y le abrazó, haciendo el rey también su acatamiento. Le echó otra cadena de piedras al cuello de inestimable valor y le dió un xuchitl, de mucha pedrería, en señal de amor. Cortés hincó la rodilla y le recibió y echó al rey una cadena de oro al cuello, y con Cacama había hecho otro tanto, sirviendo la moza Marina de intérprete, aunque a lo corto.

Era tanta la gente que cargaba a verlos, que hizo Motecuzuma señas que anduviesen. Porfiaban sobre la mano derecha, y así el rey venció y le puso a ella, y a su sobrino Cacama le dió su brazo izquierdo y a los demás reyes a sus lados y delante los capitanes y señores, apartando la gente hasta que llegaron al palacio real que había sido del padre de Motecuzuma, Axayacatzin. Entrando en una gran sala, en donde tenía Motecuzuma su estado, se sentó y [sentó] a su derecha mano a Cortés, e hizo señas Cacama [para] que se apartasen todos y diesen orden en aposentar los cristianos y amigos que traían en aquellos grandes palacios, y se hizo todo y proveyó abundantemente de comer, Motecuzuma, por lengua de los farautes, le dijo estas palabras: -"señor, seáis bien venido, descansad que en vuestra casa estáis, y regalaos, que todo lo que yo soy y tengo está al servicio de vuestro emperador en nombre de quien venís. Asimismo, señor capitán, lo estaré al vuestro, y la parte del tesoro que yo tengo y heredé de mi padre, cada vez que quisiéredes, está al servicio del emperador. Y, porque vendreís cansado, por ahora no habrá lugar de más". Y con esto se despidió; Cortés quedó espantado de tanta majestad. Fuese el rey y Cortés miró por la fortaleza de la casa y aposentamientos de los suyos. Luego, le trajeron de comer una de las más opulentas comidas que deben de haber dado en el mundo, con mucho y muy buen servicio, y vajilla de oro labrada a lo bárbaro, y de esta suerte pasaron algunos días.





CAPÍTULO ...-que trata lo que don Hernando Ixtlilxuchitl hizo después de la ida de Cortés y sus amigos, y de lo que otro día después del recibimiento de Cortés trataron él y Motecuzuma

* Ido Cortés a México, don Hernando Ixtlilxuchitl, contentísimo de haber recibido la ley de Dios y fervoroso en ella con la ayuda del capitán Alonso de Zúñiga y un muchacho llamado Tomás, que iba aprendiendo la lengua y le industriaba en las cosas de la fe, dejando bastante guarda en Tezcuco, salió a recorrer las fronteras y a apercibir sus amigos y vasallos para si se le ofrecise a Cortés alguna necesidad. Hecho esto muy a gusto suyo, se volvió a la ciudad, donde se ocupaba en el cumplimiento de nuestra santa fe católica, de manera que si hubiera sacerdotes se bautizaran todos, y derribó y quemó los templos y deshizo los ídolos, y puso las cosas en tal punto que era cosa de espanto.

Volviendo a nuesto México, decimos que otro día por la mañana Motecuzuma envió a visitar a Cortés y él le recibió con mucho acatamiento. El rey le dijo por su intérprete si se le había dado todo recado, etc. Y el Cortés le respondió que todo había estado tal, etc., y le rindió las gracias. El rey le preguntó por su gente, diciéndole le dijese quién eran, si eran criados o vasallos, y si había gente de cumplimiento entre ellos por no quedar con los de valor y prendas corto. Y el Cortés le respondío que todos eran sus amigos y compañeros, y cada uno de ellos era tan bueno como él, excepto la dignidad de capitán. El Motecuzuma se holgó de ello y así, mandó que a todos los españoles los honrasen y diesen lo necesario, Cortés le dijo que le quería tratar negocios muy importantes y secretos que él no entendía, y declararle quién era el gran señor en cuyo nombre había venido. Holgando el rey de oirle, el Cortés, por lengua de Aguilar y Marina, le declaró los misterios de la fe, como lo había hecho en Tezcuco a don Hernando Ixtlilxuchitl, y, asimismo, le declaró quién era la persona del emperador don Carlos y cómo era cabeza del imperio de todos los cristianos, y quién era el Papa, y cómo venía con su licencia y nombre suyo, los cuales, teniendo noticia de él, le tenían lástima que siendo tan gran señor estuviese ciego y en un error tan grande como el de la idolatría. Y así, él venía a sólo eso, por lo cual le suplicaba que se bautizase, que el emperador se lo rogaba y le ofrecía su amistad con condición que, como a emperador de los cristianos, le reconociese y tuviese por cabeza, y que esto se entendía siéndose él señor como lo era de su reino. A todo esto había estado Motecuzuma muy atento y con gravedad, y dijo que se había holgado mucho de haber entendido misterios tan altos y de ser amigo del emperador, y así en señal de esta amistad y nueva religión que le enviaba, le daría cada año lo que fuese bueno, y al presente partiría con él de sus tesoros para ayuda del gasto que había hecho. Lo cual, oído por Cortés, se holgó mucho y se le humilló. Aquí hay opiniones, porque unos dicen que él luego se bautizó y se llamó don Juan; otros dicen que no, sino que murió sin bautismo, pero, séase como se fuere, ello pasó así. Luego Motecuzuma asió a Cortés de la mano y le mostró todo el palacio, y le dijo cómo eran las casas reales del rey, su padre, y le enseñó un gran tesoro del mismo padre, y que para cuando se fuese le daría para el emperador. Cortés le rendió las gracias y quedó admirado de tanta suma de oro. Desde allí se despidieron y cada uno se fué a su palacio. Venía después muy a menudo a visitar a Cortés y a los suyos, y gustaba de su conversación.





CAPÍTULO ...-en que se trata la prisión de Motecuzuma. Y qué ocasión hubo para ello y lo que sucedió y de cómo Cacama y su hermano don Pedro se fueron a Tezcuco

Estando las cosas en el estado dicho, pensaba en su corazón Cortés cómo prendiendo al rey podía salir quizá con lo que pretendía. Fiado del valor y amistad de don Hernando Ixtlilxuchitl y de su ejército que en frontera tenía, se hubo de determinar y tomando por achaque que Cuauhpopoca, señor de Mextitlan (o según después se supo unos vasallos suyos), había muerto un cristiano, fingiendo que le cargaba el Motecuzuma la culpa y no la castigaba, dio orden de prenderlo en sus palacios. Y así, poniendo su gente a punto y por los puestos señalados, se fué al palacio de Motecuzuma, que estaba bien descuidado, y recibiendo con alegría a Cortés. El Cortés le dió la carta y le dijo por lengua de su intérprete la causa y razón, quejándose mucho de Cuauhpopoca y que éste decía que por mandado suyo lo había hecho. Motecuzuma respondió que no sabía nada y para que supiesen su inocencia enviaría por Cuauhpopoca que se asegurase. Con esto, sacando un anillo del dedo en que estaba impresa su figura se lo dió a dos señores, los cuales fueron a él y le hallaron en la frontera de Otumba.

Aunque no contento con esto, el Cortés le dijo que, aunque le trajesen, convenía al bien común y a la quietud de sus soldados se fuese con él a su aposento, donde sería mirado como su misma persona y gobernar desde allí, y que esto hacía por aplacar a sus compañeros que estaban indignados y se quejarían de él, etc. Lo cual visto por Motecuzuma, replicó a su determinación por dos o tres veces; pero por no alborotar a sus vasallos dijo que iría. Y así, los dos, con algunos españoles, se fueron al aposento de Cortés, el cual dijo a Motezcuzuma que dijese a sus vasallos como de su voluntad iba para mejor poder tratar de las cosas de su salud y provecho. Así se hizo y quedó preso. Visto esto [por] el rey Cacama y entendida la prisión de su tío, llamó a don Pedro Cohuanacotzin, su hermano, y se fueron a Tezcuco con intento de juntar gentes y armas para venir contra los españoles; pero no tuvo efecto respecto a don Hernando, que estaba de por medio, y aun el mismo Motecuzuma dió orden cómo se le trajesen a México al Cacama, como adelante se dirá.

CAPÍTULO ...-en que se trata la muerte de Quauhpopoca y del rey Cacama. Y de cómo Cortés echó grillos a Motecuzuma, y lo que le pasó a don Hernando con su hermano don Pedro y Cacama

Partidos aquellos dos señores con el sello real por Quauhpopoca, pasando por Tezcuco supieron de don Hernando Ixtlilxuchitl dónde estaba, y hallándole en Otumba le trajeron por allí. El don Fernando le dijo la causa porque Motecuzuma le llamaba. Habiendo respondido el pobre de Quauhpopoca no saber de aquello nada y que quería irse a verse con el rey, parecióle bien al don Fernando. Se fué a México donde habiendo el rey sabido su llegada, sin verle se lo mandó entregar a Cortés, y Cortés le ahorcó luego en público, cosa que causó espanto a todos. El rey Cacama, con su hermano, se procuraron dar prisa a juntar gente; pero el don Fernando se les opuso y dijo que no fuesen traidores, pues eran sus amigos cristianos y sujetos al emperador don Carlos. El rey Cacama, que no se había hallado presente a lo del bautismo ni era bautizado, dijo que no sabía nada. Y así, andaban los hermanos con grandes diferencias; pero podían tanto las razones de don Fernando que había muy pocos que siguiesen a Cacama, y así no osaba oponerse contra el hermano. Todo lo cual se sabía en México y Cortés se lo dijo a Motecuzuma y juntamente, que convenía para allanar a Cacama irse él a Tezcuco. Pero el Motecuzuma le dijo que no hiciese tal, porque Cacama era muy orgulloso y señor de los culhuas y chichimecas, y la ciudad muy fuerte, y le sucedería mal. [Cortés] tomó su consejo y [también] porque le dijo que él le haría venir y le aplazaría. Le mandó llamar por ciertos señores y vino, aunque lo trajeron con muy grandes cautelas y engaños hasta la laguna, donde, teniendo recaudo de canoas y gente de guardia, dieron con él en México. No queriéndole ver Motecuzuma, porque estaba enojado con Cortés respecto de que aquel día se determinó a echarle grillos, mandó que se lo entregasen (que a tanto llegó la confusión de Motecuzuma viéndose con grillos, que no osó de vergüenza ver a su sobrino) y, entregado el preso, amaneció un día muerto el desdichado Cacama, postrero rey y heredero directo del imperio chichimecatl, de edad de veinticinco años no cumplidos y gentil. Entre tanto que estas cosas pasaban en México, y en ausencia de don Fernando, que había ido a aplacar cierto motín a Otumba, levantado por la muerte de Quauhpopoca, don Pedro, su hermano y del Cacama, viendo que le habían llevado preso, convocó mucha gente para ir a libertarle; pero sabido por el don Fernando, fué por la posta a Tezcuco y haciendo a los soldados su acostumbrado razonamiento, les apartó de la memoria sus intentos. En esto, llegó la nueva de la muerte del rey Cacama, y el don Fernando y todos hicieron grandísimo sentimiento, y en particular por parte de don Fernando, que se quejó de Cortés al capitán Zúñiga, no tanto por su muerte, cuanto porque le había muerto sin el bautismo; aunque pasó por ello respecto de amistad de su ley y de la que ya debía a su nuevo emperador.





CAPÍTULO ...-Trata la venida de Pánfilo de Narváez y lo que le sucedió a Cortés con él. Y lo que hizo Pedro de Alvarado en México, que quedó en su lugar

En este tiempo llegó Narváez a prender a Cortés por orden de Velázquez con novecientos hombres. Y Cortés, luego que lo supo, trató de paces y le pidió ayuda, etc., pero no queriendo dársela, dejó a México y fué a buscarle y procuró don dádivas y como pudo atraer su gente a su servicio, y lo hizo. Una noche llegó adonde estaba el Narváez bien descuidado, y le prendió y llevó su campo [a] la vía de México, muy contento y ufano. En el entretanto, don Pedro de Alvarado, que había quedado en México por su lugarteniente, rogó a Motecuzuma que todos los señores, sus vasallos, hiciesen un mitote, como sabían, galanos y sin armas, para ver la bizarría y grandeza del reino. El rey lo hizo así, viniendo a su llamado para cierto día todos los más de los señores principales del imperio, juntándose en el patio mayor de un templo donde se solía hacer el baile, y viniendo muy apuestos y lozanos, etc., Pedro de Alvarado, habiendo dejado alguna gente con Motecuzuma de guarnición en las casas reales, dió con la demás sobre los pobres danzantes, mató los más de ellos y les despojó del tesoro que sobre sí traían. Lo cual se sintió tanto la ciudad que por poco no perecieran aquel día; pero al fin, ellos se recogieron a su fuerza. Motecuzuma, que no sabia lo que era, salió a verlo, y topando con Pedro de Alvarado le dijo [éste] que habiendo salido a ver la fiesta, los habían querido matar y ellos se defendieron, de manera que mataron muchos; pero que, como eran tantos, se habían recogido, que su alteza saliese y les hablase. Motecuzuma, que no le cumplía otra cosa sino creerlo, se subió a una azotea, desde donde les habló una y muchas veces. Ellos le deshonraron y llamaron el cobarde, etc.; pero no les descercaron la casa por algunos días, antes había cada día nuevos alborotos pidiendo su rey, y él los aplacaba y aplacó hasta que llegó Cortés de la Veracruz con mayor poder de gente y entró en la ciudad de México.





CAPÍTULO ...-trata de cómo Cortés entró en México y de la muerte de Motecuzuma

Caminando Cortés con su nueva y lucida compañía vuelta de México, llegó a Tezcuco un día a ocasión que don Hernando acababa de llegar de las fronteras que tenía de la otra parte de México, donde ahora es Guadalupe, de socorrer a los cristianos para que, picando por aquella parte a los de México, aflojasen en el combate del fuerte (aunque los cristianos no lo podían saber respecto de estar tomados los puertos), y la causa de su venida a Tezcuco era para juntar mayor poder y entrar por la parte de Iztapalapan. Cuando le vido y con tanta gente se holgó mucho y le dió razón de lo que pasaba. Quisiera partirse luego; pero don Hernando le detuvo hasta otro día y le dió más de cincuenta mil hombres, y a don Carlos por su capitán. El aguijó por las fronteras, juntando y recogiendo gentes, de manera que en dos días dicen que recogieron más de doscientos mil hombres y dándoles nueva de que a Cortés le defendían la entrada, fué volando con su ejército y caminó toda la noche, de manera que cuando amaneció ya se había juntado con Cortés y sus amigos. El [Ixtlilxuchitl] con su gente, arremetió por la parte que es ahora San Antón, donde había mucha fortaleza respecto de las puentes quebradas y acequias hondas; pero sabiendo los mexicanos que era Ixtlilxuchitl el que los defendía, desmayaron, de manera que se fueron retirando adentro de la ciudad y, entrando, reparaban los tezcucanos las puentes, y gastaron en esto tres días. No cesaban los asaltos de la casa fuerte por aquesto, a lo cual Motecuzuma iba acudiendo y aplacando, hablándoles desde la azotea. Y realmente perecieran los cristianos, sino [fuera por] que quiso Dios que un día reconociendo Cortés y sus amigos el peligro, a pesar de sus enemigos y con ayuda el don Fernando entraron hasta la fortaleza por fuerza de armas y levantaron el cerco. Y él, con los suyos, entró dentro, y don Fernando se retiró a San Antón. Supo Cortés la causa del alboroto, que fué la tiranía de Alvarado, y mostró pesarle mucho [aunque otros dicen] que él se lo dejó mandado antes que se fuese. Finalmente, viéndose el marqués con más de novecientos españoles y los amigos que tenía, determinó un caso que, aunque [se] le dió otro color Dios sabe la verdad, y fué que al cuarto del alba amaneció muerto el sin ventura Motecuzuma, al cual pusieron el día antes en un gran asalto que les dieran en una azotehuela baja para que les hablase con un pequeño antepecho, y, comenzando a tirar, dicen que le dieron una pedrada; mas, aunque se la dieron, no le podían hacer ningún mal, porque había ya más de cinco horas que estaba muerto. No faltó quien dijo que, porque no le viesen herida, le habían metido una espada por la parte baja. Con el cual achaque comenzaron a dar voces los españoles que habían muerto a su rey; pero sucedióles al revés, que entonces les batían la caza con mayor fuerza. Y si don Fernando no se hallara en México con su ejército, sin duda que murieran todos.





CAPÍTULO ...-cómo con parecer de los españoles salió Cortés huyendo de México y don Hernando se fué a Tezcuco para enviarles socorro al camino

Viéndose Cortés con el agua a la garganta, como dicen, afligido y que no tenía otro socorro debajo del cielo que el de don Fernando, el cual era tan grande que cuando él estaba en el mayor fuego de la guerra cortado, le socorría con picar a los mexicanos por la parte de San Antón, de manera que los hacía que acudiesen allí y dejasen de cargar a los del fuerte (aunque esto callan los españoles no sé por qué). Viendo que no podía sustentarse, determinó una noche de salir de México, y salió con la mitad de su gente por la parte de Tacuba con tan gran silencio, que no fué sentido hasta que llegó a San Hipólito, donde le salieron al encuentro y murieron de los nobles amigos que llevaba y españoles algunos; mas al fin [se] fueron y [con] los tristes que quedaron en la casa fuerte, según dicen los viejos y en sus historias está pintado, hicieron los mexicanos fiesta [con] ellos y con su carne. Entendido por don Fernando lo sucedido, después de haber tenido una gran batalla con Cuitlahuatzin, su tío, que ya era rey después de la muerte de Motecuzuma, dió aviso a sus fronteras para que diesen a Cortés toda la ayuda necesaria que quisiese, y aunque les venían algunos mexicanos dando alcance, los de don Fernando se les oponían y detenían. Y así fueron caminando hasta que en uno de los llanos, entre Otumba y Cempohualan, llegó don Carlos por orden de su hermano con más de cien mil hombres y mucha comida para favorecer a Cortés. Pero el Cortés, no conociendólos se puso en arma y aunque don Carlos se hizo a un lado y les mostró la comida, con todo aquesto se receló y llegándose a un capitán que tenía la bandera, se la tomó. Hablando con don Carlos, recibió la comida y dijo que dijese a don Fernando cómo él llevaba consigo sus hermanos y que le viese en Tlaxcallan, si fuese posible, y que mirase en el entretanto por las cosas de la Religión. Y con esto, se despidió de ellos y fue a hacer noche a Cempohuallan, donde los recibieron bien. Y otro día fueron a ojo de Tlaxcallan, donde, dicen, le salieron a recibir uno de los tres cabezas con gente y comida. Y otro día se fueron a Tlaxcallan, donde los recibieron con mucho amor y llanto de las mujeres tlaxcaltecas.





CAPÍTULO ...-Trata lo que Cortés hizo en Tlaxcallan y en algunos lugares de la comarca, y cómo don Fernando, tuvo un encuentro con su hermano don Pedro por volver por los cristianos

Llegado Cortés a Tlaxcallan, hubo entre los señores de la tierra alguna contienda sobre si los admitirían o no en la ciudad, pero al fin habiendo más votos que sí, los recibieron. Y estando allí regalados y curados, y saliendo a algunos lugares contra algunos mexicanos particulares reencuentros y saliendo siempre con victoria, determinó de volver sobre México. Y así, habiéndolo tratado con los señores tlaxcaltecas, ellos se ofrecieron a ayudarle, por verse libres de la esclavonía de los mexicanos. Les pidió que, para hacer unos navíos, le diesen de allí los materiales, tablas y clavazón; y ellos se lo prometieron. Con la cual promesa, y con que le vino alguna gente española de la isla de Cuba, en esta coyuntura se partió para Tezcuco, adonde, entretando que pasaba aquesto, no estaba holgado nuestro don Fernando, porque su hermano don Pedro, en ausencia suya, vino desde México a Tezcuco y procuró persuadir a los tezcucanos [para que] fuesen a ayudar a su tío Cuitlahuatzin contra los cristianos. Hizo tanto que si el don Fernando no viniera con tiempos, juntara a su devoción más de doscientos mil hombres; pero como luego que lo supo vino y tenía tan buena persuasiva, persuadióles lo contrario, y así le dejaron solo. Don Pedro se volvió a México a ocasión que murió su tío, de enfermedad de unas viruelas que un negro de Narváez les pegó a los indios, de que murió infinidad de gente. Eligieron los mexicanos por rey a un sobrino de Motecuzuma llamado Quauhtemoc, señor de Tlatilulco en México, sacerdote mayor de sus ritos y idolatrías, y hombre de mucho valor y terrible.





CAPÍTULO ...-Trata cómo Cortés y sus tlaxcaltecas entraron a Tezcuco, y cómo se hicieron allí los navíos y fueron sobre México, y por general de los indios don Fernando Ixtlilxuchitl

Partido de Tlaxcallan, Cortés llegó en dos días a Tezcuco, aunque por diferente camino, el cual no entendido de don Fernando envió a dos hermanos suyos para que le ofreciesen la ciudad, y él los recibió y fué a Tezcuco, adonde le regalaron y acariciaron con increíble amor y amistad. El mismo día, se fué don Fernando a Otumba para, desde allí, despachar y hacer llamamiento por toda la tierra y en su ausencia, algunos tlaxcaltecas, por algún odio antiguo, pusieron fuego a los palacios del rey Netzahualpitzintli, lo cual visto por los vecinos, se comenzaron a huir a los montes y a la laguna. Visto por don Carlos, se lo dijo a Cortés y fueron a matar el fuego con algunos principales, y dicen que Cortés les dijo este día por lengua de la moza Marina que no tuviesen miedo, pues tenían consigo a don Fernando, su rey, hijo de Netzahualpitzintli, que representaba su misma persona. Y con esto se sosegaron. Viniendo don Fernando y sabiendo lo que pasaba quiso castigar a los tlaxcaltecas, mas Cortés rogó por ellos y, con todo esto, mató dos o tres que habían sido caudillos, por lo cual se amotinaron los demás y se volvieron a Tlaxcallan. Por donde queda probado que no fueron ellos los que ganaron a México, sino don Fernando Ixtlilxuchitl con doscientos mil vasallos suyos, ayudando a los españoles.

Estando las cosas puestas en aqueste estado, llegaron Pedro de Alvarado, que se había quedado en Tlaxcallan, con algunos españoles y muchos tlaxcaltecas, con la madera y clavazón para los bergantines. Y luego, se hicieron, dando don Fernando todo recaudo de gente y oficiales y acabada que fue su fábrica y junto el ejército, hizo la zanja para la laguna, por donde los bergantines entrasen, que acabados y puestos en el agua no había más que ver. Repartió sus compañías y dejando a Tecocoltzin, su hermano, en la ciudad por guarda y para que les favoreciese de bastimentos, comenzaron su jornada los bergantines por la laguna con mucho número de canoas, de quien era capitán general don Carlos. Don Fernando y Cortés, con todo el ejército de naturales y españoles, fueron por tierra hasta la ciudad de México, adonde repartieron sus estancias y dieron orden para la batalla.





CAPÍTULO ...-Que trata cómo el rey Quauhtemoc llamó a consejo y trató con sus vasallos que se diesen, y cómo no quisieron y de otras cosas, etc.

Considerando el nuevo rey de México la fuerza que el español traía, juntó a consejo e hízoles representación de aquesto, y que estaba prometido que de Ixtlilxuchitl había de salir la ruina de los mexicanos, que se diesen con buenas condiciones, pues era menos mal que no morir a sus manos y a las de los españoles. No quisieron por tener [el] concepto de éstos [de] que eran insufribles y codiciosos. Tornóles otra vez a tratar aquesto, y aun otras dos, diciéndoles ser entonces tiempo cómodo. Dijeron que querían más morir que hacerse esclavos de gente tan mala como los españoles. Y así, quedó concluido que era mejor morir. La cual determinación [fue] sabida por Cortés, [quién] andaba dando orden a Ixtlilxuchitl de cómo sitiar la ciudad y, poniéndolo por obra, tuvieron muchas escaramuzas y batallas y pasaron de más de sesenta días, que si los cristianos alguna cosa ganaban de día, con la noche, al retirarse, lo perdían. Para volverlo ganar había más dificultad, así por las acequias como por los muchos que morían a las manos de los unos y los otros; y por la laguna había sus dificultades, que como no les daban lugar de poder entrar en la ciudad, andaban los bergantines a lo largo, y no eran de más efecto que de guardar aquel lado de la laguna. Lo cual visto por don Fernando, le dijo a Cortés que advirtiese que tenía vergüenza de lo poco que hacían, y que mirase que los españoles se apocaban, que le parecía que él entraría por aquellas calles y sus españoles detrás y como fuesen ganando casas las fuesen echando por el suelo y cegando acequias, si no fuese las necesarias para los bergantines, y que con esto vería lo que pasaba. Parecióle bien este consejo a Cortés y así se hizo, de manera que en la conquista de esta ciudad siempre llevó la delantera don Fernando.





CAPÍTULO ...-Como siguiendo el orden de don Fernando fueron los negocios de la guerra adelante y se ganó la mayor parte de la ciudad y el templo mayor, y lo que sucedió en esta ocasión

Determinada la orden que se había dado, y ordenado Cortés que algunos bergantines y canoas entrasen por las acequias reales, y los demás rodeasen y cercasen la ciudad, y el don Fernando que estuviese a punto, entró delante a su hora determinada, asolando y talando caserías y arboledas, y cegando las acequias en algunas partes, y siempre ganando tierra. Era tanta la gente que moría de una parte y de otra que no se puede decir. En muchas ocasiones, el famoso don Fernando mostraba tanto valor como se verá en este caso, y fue: que llegando al templo mayor, porque los demás ya estaban asolados y en aqueste se habían recogido algunos señores y capitanes con intento de mostrar lo último de su valor en defensa de sus falsos dioses, llegó el don Fernando al pie del templo y comenzó a subir por las gradas de él, llevando a su lado a su tío don Andrés Achcatzin, capitán famoso, señor de Chiyautla, que capitaneaba cincuenta mil hombres y al valeroso Cortés, que llegó a esta ocasión, sin otra persona alguna sino los tres por el gran peligro tan notorio. Y así, aunque con mucho trabajo, golpes y heridas, llegaron a lo alto, donde estaba el ídolo mayor muy adornado y compuesto de piedras preciosas, con una máscara de oro guarnecida de pedrería y una cabellera con tanta pedrería que lo uno y lo otro no tenía precio, y echando Cortés mano de la máscara y lo que de ella pendía, y el don Fernando de los cabellos que solía antes adorar, le cortó la cabeza y, alzándola en lo alto, la comenzó a enseñar y a decir a grandes voces a los mexicanos: -"veis aquí a vuestro falso dios y lo poco que vale. Daos por confundidos y vencidos y recibid el bautismo y la ley de Dios, que es la verdadera". A esta sazón, le tiraban tantas pedradas que fué necesario que su tío don Andrés con su rodela a él y a Cortés los guareciese, porque estaban puestos en parte donde recibían las pedradas que a estos dos famosos capitanes les tiraban. Y arrebató el ídolo..